LA
SOLUCIÓN AL PROBLEMA DEL MAL
Analizando
la realidad desde mi propia perspectiva como mujer maligna, pienso que la
solución para dejar de serlo en un porcentaje considerable ha sido la
observación directa como método para contrarrestar mis deseos de manipular y
ejecutar acciones bastante femeninas, como el rencor, el orgullo, la soberbia y
otras cosas…
Si ya
lo hubiera logrado del todo, posiblemente no sería tan desagradable para los
que me rodean, pero la realidad es que, a pesar de todos los esfuerzos, todavía
hago cosas y siento emociones que quisiera desaparecer de mi vida. Por tanto,
creo que no existe una cura total, pero si un buen acercamiento a ser menos desagradable
con las personas que se ven afectadas con mi trato continuo. Tal vez esa pueda
ser una meta posible, hacer todo lo que esté a nuestro alcance para ser más
afable hacia los seres con los que nos encontramos a diario.
Una
buena forma de hacerlo utilizando la observación directa, es mirar el
comportamiento masculino de algún hombre que nos rodee y que no sea del
prototipo degenerado, es decir, de aquellos de los que no estamos hablando en
este libro. Pero esta observación debe ser aguda y comparativa. Necesitamos ver
muchas situaciones con sumo cuidado y comparar las actuaciones del hombre
observado, con las actuaciones que tal vez nosotros como mujeres haríamos en la
misma condición. Por ejemplo, en el caso de una discusión con nuestros vecinos
¿cómo actuaría nuestro esposo? ¿Cómo actuaríamos nosotros? Esas son unas de las
preguntas que deberíamos hacernos al momento de analizar y comparar las
soluciones que nuestro hombre cercano observado da con respecto a quienes lo
rodean.
Si
hacemos eso con regularidad, mirando nuestro interior y comparándolo con ellos,
descubriremos un mundo sorprendente de bondad, amabilidad, falta de rencor,
respeto, consideración y muchas virtudes más que necesitamos las mujeres para
que no seamos tan fastidiosas con quienes están a nuestro lado.
El
ejercicio ya está diseñado y hacerlo es muy fácil. Descubrir las virtudes
masculinas nos dejarán boquiabiertas, pero incorporarlas a nuestras vidas es lo
más complejo y difícil de este libro. Para hacerlo se necesita un trabajo arduo
de interiorización de nuestros defectos y pedir ayuda Sobrenatural para
integrar esas virtudes de una mejor manera en nuestra vida.
En un
momento decisivo y de actuación contundente compárese con él sinceramente en
las situaciones que voy a describir a continuación y no para verse mejor sino
compárese viendo lo mejor de él y lo peor que hay en usted. Desafortunadamente
esa es la forma. Si lo hace tratando de ver sus bondades propias como mujer
entonces este ejercicio no servirá para nada y en su interior los cambios serán
mínimos o tal vez ni siquiera existirán.
¿Ha
observado algunas de estas posturas en su Hombre Analizado?
Éste
es el listado de bondades que varían de un hombre bueno a otro. Por supuesto no
pueden tenerlas todas. Sólo Jesús pudo:
Ayuda
y vuelve y ayudar a quien no merece ayuda según nuestro concepto.
Es
concentrado en su objetivo y con idea de hacerlo hasta la perfección. Las
mujeres somos muy dispersas.
Es
pacífico (a veces lento y nos desespera) y respetuoso. Las mujeres no somos lentas.
Tiene
afinidad con los niños.
Perdona
fácilmente las faltas de sus amigos que nosotras nunca seríamos capaces de
perdonar. Las mujeres duramos mucho tiempo sin perdonar, podemos durar años.
No
guarda rencor por largo tiempo cuando nosotras cometemos un irrespeto hacia su
vida. Al momento está tranquilo y parece que todo se hubiera borrado de su
mente.
Cuando
le contamos cosas triviales o no y tenemos toda su atención, no nos interrumpe.
Puede enfocarse en nosotras. Las mujeres no dejamos hablar las primeras frases cuando
ya estamos interrumpiendo.
Su
Hombre Analizado tiene capacidad para quedarse quieto. Difícilmente una mujer.
Establece
límites y sabe decir que no en las ocasiones adecuadas, pero también es
flexible. En mi familia todos desean que yo sea más flexible con mis hijos.
El
hombre analizado parquea su carro de manera obediente y con perfección. Las
mujeres rompemos reglas y no nos importa dejar el carro mal parqueado,
invadiendo el espacio de otros, lo importante es el afán.
El
hombre analizado está lleno de misericordia hacia las faltas de los otros. Sus
críticas hacia los demás se escuchan eventualmente pero no son una fuente
inagotable.
El
hombre bueno se ve despreocupado hasta el punto que quisiéramos obligarlo a
preocuparse como nosotras. No arma dramas innecesarios.
El
hombre bueno es como una fuente de atracción, donde muchas personas quisieran
pasar la mayor parte de su tiempo. ¿Somos fuente de atracción o de repelencia?
No
muestra los defectos de los demás, tal vez no los ve ni siquiera.
El
hombre bueno es tranquilo y tiene la capacidad de permanecer, no cambia según
sus estados de ánimo. En su generalidad es silencioso y reposado. Prudente.
Es
muy buen amigo. Tanto así que la publicidad se aprovecha de eso para venderles
bienes que les enfaticen la amistad. Toma con solemnidad los encuentros
importantes.
Un
buen hombre tiene la capacidad de admirar y de contagiar esa admiración en
otros. Se entusiasma con facilidad y por eso muchas veces es ingenuo. Se
aprovechan las vendedoras de su condición.
El
hombre analizado está enfocado en su vida y no se deja desviar por
oportunidades que lo pueden hacer perder su camino. No hace tantas cosas al
mismo tiempo.
Un
buen hombre llega a su casa desconectado del trabajo y no llega con actitud de
queja y de víctima por los sucesos que vivió con los compañeros de oficina.
No
engaña intencionalmente, ni es fraudulento manipulando las situaciones ni a las
personas. Uno de los peores defectos femeninos es la capacidad para manipular.
El
hombre observado no utiliza la adulación como arma. Tiene semillas de teflón
capaces de resistir el negativismo y es apto para seguir siendo paciente,
optimista y perdonador. No se autocompadece para justificar malas acciones.
Un
buen hombre aleja la arrogancia de su vida, luchando y contrarrestándola con
humildad. Las mujeres somos orgullosas.
No
permite que la humillación que otros le causan ingrese en su mente. Simplemente
la pasa por alto y sigue adelante. A las mujeres eso nos cuesta mucho.
Un
hombre analizado sabe que tiene un valor especial y tiene su autoestima en el
centro. No se cree insignificante. No tiene ideas exageradas de sí mismo.
Un
buen hombre encuentra valor en los seres humanos que otros desprecian. Él ve lo
mejor que hay en ese ser interior. Si lo ofenden puede perdonar y seguir
adelante.
No se
detiene en el sufrimiento que vive en su vida momentánea, sino que sigue
adelante esperando el nuevo día. Es entusiasta y gozoso con lo que le gusta.
Puede ver el corazón de las personas y no sólo su parte física.
Un
hombre bueno resiste hasta el final y persiste en lo que es correcto. No cae en
las tentaciones que a diario se le presentan con la vida convulsionada y sin
valores que tenemos en la actualidad.
Sigue
adelante a pesar de las acusaciones y no se deja derrotar por las emociones
negativas. Acepta la vergüenza de sus malas acciones.
El
hombre bueno ve virtudes en otros hombres, y procura incorporarlas en su vida.
Busca ser un mejor ser humano y que los que lo rodean mejoren como él. No deja
que la culpabilidad frene el propósito de su vida. Utiliza el poder para ayudar
y no para abusar. Las mujeres en el poder hacen sufrir a los demás. No manejamos
correctamente las relaciones.
Estas
características que acabamos de leer y de comparar con nuestras actuaciones
como mujeres en una situación hipotética o real que hayamos vivido, seguramente
nos sorprendieron si en realidad hicimos el análisis concienzudamente. Y para
los hombres que las leyeron y que algunas no aplican en su propia vida, pues es
una gran tarea para ser un mejor buen hombre.
En
cada caso, sea femenino o masculino, el hecho de saber una verdad no lo
capacita para realizarla o para ponerla en práctica en su propia vida. Por eso
el escritor C. S. Lewis hizo un análisis muy importante con respecto a esta
incapacidad para hacer lo correcto. Dijo que los materialistas de la actualidad
que también son llamados naturalistas, a lo sumo podrían presentar una cantidad
de elementos y sucesos seguidos unos de otros, para mostrar un mal, pero son
incapaces de encontrar una solución certera. Por ejemplo, un sicólogo podría
mostrar las causas que llevaron a un sicópata a ser asesino en serie. Podría
decir que tuvo una infancia desgraciada, que su mamá lo trataba con
indiferencia, que le hicieron matoneo en el colegio etc. Sin embargo, la
sicología no tiene la cura real para ese mal. Sólo logra describirlo como hacen
los naturalistas con los fenómenos físicos y hasta fisiológicos de los seres
vivientes. Pero ellos no pueden cambiar la mente, las emociones ni el corazón
de nadie. Sólo logran describirlo e intentan persuadir a las personas con
medicamentos o con terapias para que cambien. Lewis indica que el cambio en un
ser humano no viene únicamente de los naturalistas sino de la Razón que
proviene del mundo Sobrenatural que precisamente está por fuera de este mundo
que vemos.[1] Y ese es un elemento
primordial para el cambio.
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